Cuando tienes veintitantos años, quieres salir con amigos tanto como
sea posible, divertirte, relajarte y hacer nuevas amistades. Pero,
lamentablemente, no todo el mundo puede darse el
lujo de disfrutar tanto de su juventud.
Hay casos en la vida en los que la carga de la responsabilidad
y las decisiones serias recaen sobre los hombros de los más jóvenes.
Quiso el destino que Christy perdiera a sus padres en dos años.
En una familia con ocho hijos, la niña era la mayor y la menor tenía solo cuatro años.
Ya en el funeral de la madre, los servicios sociales se interesaron
por esta familia y se decidió distribuir a todos los niños en orfanatos.
El corazón de Kristy sangraba, bueno, ¿cómo podrán separarse todos,
qué pasará con ellos y dónde los buscará a todos? Después de pensarlo
un rato, la niña dijo que ella misma sería la guardiana de sus hermanos
y hermanas, haría todo lo posible para que crecieran juntos.
Afortunadamente, las autoridades locales se pusieron del lado de
Christy y el servicio de tutela le dio a la familia exactamente
seis meses para demostrar que podían vivir plenamente bajo la supervisión de una hermana mayor.
Christy tuvo que abandonar la universidad y empezar a trabajar en
su casa del pueblo. Tenía que cuidar la granja, ordeñar las vacas,
llevar y traer a los niños a la guardería y a la escuela. Mientras
sus hermanos no estaban en casa, ella cocinaba, limpiaba, lavaba,
etc. Seis meses después, los servicios sociales los visitaron nuevamente.
Se las arreglaron para asegurarse de que la familia viviera bien,
que todos estuvieran limpios, vestidos, alimentados y que la casa estuviera en orden.
Christy logró organizar a los hermanos y cada uno tenía sus propias
responsabilidades: uno de los niños tenía que alimentar al ganado,
las niñas ayudaban en la cocina, tendían la ropa y podían follar.
Hubo algunos inconvenientes en casa, tuvieron que ir a buscar
agua a un manantial que estaba a varios kilómetros de distancia.
Al enterarse, las autoridades locales llevaron una manguera
de agua a su casa y se convirtió en una verdadera celebración.
Artem, el siguiente mayor de la familia, ingresó a una escuela
técnica. Entonces Christy decidió, mientras cuida a los pequeños,
dejarlo estudiar. Cuando Artem venía los fines de semana, se dedicaba
al “trabajo de hombres”: arreglar algo, clavar, reparar…
El Estado ni siquiera los dejó en paz. Christy recibe un subsidio por hijo.
La vecina dice que a veces Christy viene a ella a llorar, porque le resulta
muy difícil, pero luego se seca las lágrimas y se pone a trabajar, porque
no tiene derecho a rendirse. Ella sólo quiere ser una niña pequeña e
indefensa también. Por supuesto, a Christy le gustaría ir a reuniones
y discotecas, pero ahora para ella la familia es lo más importante.