En unos minutos se celebraría una ceremonia de boda en
el ayuntamiento y Anna se paró frente al espejo,
admirando su apariencia. Se veía realmente deslumbrante
con un modesto vestido blanco con un maquillaje delicado
y el cabello peinado en un lindo moño. Mechones de rizos
enmarcaban su rostro, añadiendo un toque de suavidad a
su apariencia, y las sencillas joyas en sus manos
y en su pecho añadían una elegancia especial.
En el ayuntamiento sólo la esperaban los familiares
de Anna, pero ella no estaba preocupada porque Sergey
le había informado de antemano que llegaría con su familia.
Entonces Anna esperó a Sergey durante 10 minutos,
luego 20, 30… pasó una hora y Sergey no estaba por
ningún lado. Ni él ni su familia respondieron sus
llamadas. Ana empezó a llorar. De repente vio a un
hombre de traje parado cerca del ayuntamiento.
Ella se acercó a él, pensando que era Sergey,
pero no era él… afortunadamente. El hombre
preguntó por qué lloraba Anna y ella le contó todo.
Entonces el extraño se arrodilló frente a ella
y le dijo que estaba en una situación similar:
su novia lo había dejado el día de su boda y él
le dijo las mismas palabras: «Anna, ¿quieres
que me case?». Anna no dudó mucho y aceptó de
inmediato. En cuestión de minutos, entró en
el Ayuntamiento de la mano de su nuevo amigo, y ahora prometido, Oleksiy.
Algunos parientes lejanos no se dieron cuenta porque
la joven pareja había planeado recepciones de boda
separadas en lugares diferentes. Los padres de los
novios no se opusieron. Aceptaron la elección de
sus hijos, se conocieron y comenzaron las celebraciones.
Pasó un año y Anna estaba embarazada de gemelos.
Ella y Oleksiy caminaban por la calle cuando Anna
vio a Sergey. No había cambiado mucho, pero a Anna
le parecía… poco atractivo, poco interesante…
disminuido. Tanto Anna como Oleksiy estaban agradecidos
al destino y a sus exparejas por haberlos
unido porque así encontraron la verdadera felicidad.