Trabajó en la maternidad durante diez años y dejó a los bebés en brazos de sus madres
durante años. En casa, soñaba con volver algún día a casa y tener a su propio hijo en
brazos. Pero luego le diagnosticaron infertilidad.
Al principio su marido pareció reconciliado y dijo que amaba a su esposa. Pero un día
empacó sus cosas y se fue. Le dijo a Tanya que había estado enamorado de otra mujer
durante mucho tiempo y que ella estaba esperando un hijo pronto. Este fue un gran
problema para Tanya.
Un niño discapacitado fue abandonado en la sala de maternidad. Cuando Tanya abrió el
pañal, se quedó sin aliento: al bebé le faltaba una pierna pequeña. Tanya se puso en
contacto con él y un día llevaron al niño a un orfanato y luego lo adoptaron.
Los días transcurrieron monótonamente. Una vez, Tanya conoció a Maxim, un artista, en
un café. Su amistad se convirtió en intimidad y Maxim le propuso matrimonio. Unos meses
más tarde, el refugio informó que el niño había regresado y Tanya corrió hacia él.
Difícilmente se puede imaginar un encuentro más conmovedor. Tanya decidió hablar con
Max y adoptar al niño. Max guardó silencio al principio, pero finalmente aceptó.
Tanya le aseguró que el niño sólo necesitaba una prótesis y que en general estaba
bastante sano.
Juntos fueron al orfanato, les pidieron que prepararan los documentos y dos días
después, Tanya se enteró de que estaba embarazada. Fue pura suerte.
Un marido amoroso, dos hijos amados: ¿qué más necesitas para ser feliz? Debido a que
se enamoró del hijo de otra persona, Dios le dio el suyo. Maxim era un buen amigo
que brindaba apoyo moral y, a veces, como saben, el apoyo moral es más importante
que el material.
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