“Después de comprar una casa cerca del bosque, una familia común y corriente se
encontró con un visitante inesperado. Todas las noches una ardilla llamaba a su
puerta.
Tenía pelaje rojo y ojos hermosos pero tristes. Miró con curiosidad a los dueños a
través de la ventana. La ardilla casi parecía hablar mientras estaba parada sobre
sus patas traseras.
La familia se sorprendió porque las ardillas suelen ser criaturas solitarias que
evitan el contacto humano”.
La ardilla siguió visitándola día tras día hasta que un día se encontró accidentalmente
con el antiguo dueño de la casa. Todo quedó claro cuando les contó una historia
fascinante. Una vez, mientras caminaba por el bosque, encontró una pequeña ardilla
inmóvil en el suelo.
El hombre se llevó a la joven ardilla a casa después de atraparla. Durante una semana
cuidó a la ardilla, y una vez que se recuperó y se volvió más fuerte, tomó la decisión
de dejarla regresar al bosque.
Sin embargo, ¿quién hubiera imaginado que la ardilla recordaría a su salvador y lo
visitaría todos los días? Los nuevos inquilinos se habían acostumbrado a las pequeñas
visitas de su inesperado huésped.
Alimentaron a la ardilla, observaron que no le tenía miedo a los humanos y se
encariñaron con ella, preparándole bocadillos frescos todos los días. Después de un
tiempo, la ardilla de repente dejó de visitar la casa”.
“Toda la familia estaba conmocionada, pero los niños en particular estaban desconsolados
porque se habían encariñado con su nuevo amigo. Empezaron a buscar a la ardilla en el
bosque, dejando nueces cerca de la casa y en los árboles, pero ella nunca apareció”.
“Cuando un día volvió a golpear la ventana de la sala, ya se habían olvidado del animal,
habían aceptado su destino. Los propietarios, encantados, abrieron la ventana y dieron
la bienvenida a la ardilla al interior”.
“La pequeña criatura se acostumbró rápidamente y nunca más intentó escapar. La gente
descubrió que la ardilla simplemente quería vivir en el interior. Así, la ardilla se
unió a su familia como un nuevo miembro”.