Crié a mi hijo solo, trabajé diligentemente toda su
vida e invirtí mucho en su desarrollo.
Quería que en el futuro pudiera valerse
por sí mismo y por suerte todo salió bien.
Mi hijo se graduó de la universidad y encontró un buen trabajo.
Se casó, se convirtió en padre y ahora él y
su familia viven separados, viviendo muy bien,
debo decir. Cuando decidí que era hora de jubilarme,
mi hijo y mi nuera dijeron que querían venir a visitarme.
Me alegré mucho y les dije que esperaría ansiosamente su llegada.
Cuando llegaron me hicieron un regalo que me dejó
sin palabras. El día de mi jubilación, mi hijo y
mi nuera me regalaron un departamento de una habitación.
Me entregaron las llaves e incluso me invitaron al notario.
Me quedé tan asombrado que ni siquiera pude formar
una frase coherente. Inicialmente me negué,
diciéndoles que no deberían gastar tanto en mí porque no lo necesitaba.
Sin embargo, mi hijo fue persistente. Me explicó que
el apartamento sería un plus a mi pensión, lo que
me permitiría alquilarlo y recibir ingresos
adicionales. Ya habían pensado en todo. Aunque
seguí negándome, mi hijo simplemente dijo:
“Mamá, no discutas”, y eso fue todo.
A pesar de los altibajos en la relación de mi hijo
y mi nuera a lo largo de los años, últimamente
todo parecía haber encajado. Cuando sus familiares
se enteraron del regalo, mi nuera me llamó para
felicitarla y elogiarla por criar a su hija con tanto cariño.
Sin embargo, también hizo un comentario un tanto
sarcástico acerca de cómo ella misma no habría
aceptado el departamento y habría pensado en
su sobrino, rechazándolo en favor de ella. Esto
me dio un poco de vergüenza porque nunca le
pregunté nada a mi hijo y fueron ellos quienes tuvieron esta idea.
Pasé muchas noches sin dormir y preocupándome,
y finalmente decidí ofrecerle el apartamento a
mi sobrino. Él tenía dieciséis años en ese momento
y estaba a punto de ir a la universidad,
así que pensé que podría ser apropiado.
Sin embargo, inmediatamente se negó, diciendo que
tenía la intención de ganar él mismo el dinero
para su puesto y no quería aceptar un regalo tan
fácil. ¡Me di cuenta de que había criado
bien a mi hijo y él continuó mi legado!