Catalina, de 26 años, esperaba nerviosa la lectura del testamento
de su abuelo, junto a su hermano Pedro en el despacho de abogados.
A pesar de su tensa relación a lo largo de los años, Roberto se
convirtió en el tutor de Catalina y su hermano tras la trágica pérdida de sus padres.
Sin embargo, cuando el abogado comenzó a leer el testamento,
Catalina se quedó sin herencia, provocando desilusión, mientras Pedro estaba feliz.
Pedro, contento con su suerte, se burló de C atalina por no
esforzarse más en ganarse el favor de su abuelo. A pesar de
la falta de respuestas, Catalina dejó la firma más frustrada
emocionalmente que económicamente. Al regresar a su apartamento,
encontró en la puerta dos paquetes grandes:
colchones viejos y polvorientos de su difunto abuelo.