Empiezo a pensar que los tatuajes no son tan malos después de todo. Es una señal de desesperación, claro está, porque ya me he confundido sobre quién es quién entre mis hijos. Di a luz a gemelos y al principio estaba muy contenta con el hecho, pensaba que era tan maravilloso, tan lindo. Dos niños angelicales vestidos igualitos, ¡qué belleza! Cuando eran muy pequeños, así era. Recibíamos miradas tiernas en la calle, los familiares estaban encantados, yo misma no podía dejar de admirarlos.
Pero toda esa euforia se desvaneció cuando los niños crecieron y comenzaron a mostrar su carácter. Empezaron a hacer travesuras y a hacerme escenas, diciendo que todo fue culpa del hermano. A veces, uno de los hijos era astuto. Se acercaba, pedía un dulce, lo devoraba y luego venía a decir que si le di un dulce al hermano, también le debía dar a él. Y son tan parecidos que yo, aún no preparada para tales giros, les creía y les daba otro dulce, hasta que el otro hijo llegaba llorando y reclamando que yo alimentaba a uno con dulces y el otro se quedaba sin nada, como un tonto. En la guardería, la maestra también está al borde de la locura, no sabe a quién quejarse, porque ellos mienten sobre sus nombres. Ahora la frase de la maestra es «alguno de tus hijos». Al principio decidí que el problema se solucionaba fácilmente:
solo necesitaba vestir a los niños con ropa diferente para distinguirlos. Pero no solo tenía que recordar quién llevaba qué, sino que estos pilluelos también se las arreglaban para intercambiar ropa. ¿Cómo puedes determinar quién está frente a ti? Ni siquiera tienen lunares distintivos para distinguir quién es quién. Incluso si los etiquetas. Después del fracaso con la ropa, decidí ser más astuta: les hice cortes de pelo diferentes a los niños. Hubo un alboroto inmenso porque cada uno se quejaba de que lo habían cortado como a un tonto, mientras que al hermano lo habían dejado normal. Pero soy firme, soy un roble, esto no me va a romper.
Al menos así fue posible distinguirlos, pero incluso esta bendición duró muy poco. Los chicos encontraron la recortadora de pelo de papá y se dieron un corte tan desastroso que tuvieron que afeitarlos a ambos para al menos ponerlos en una apariencia decente. Ahora hay dos Cheburashkas calvos corriendo por la casa, a los que les encanta sembrar el caos. Uno vendrá, se hará pasar por el nombre del hermano y empezará a chismear sobre las malas acciones del hermano para que este sea castigado por lo que hizo. Recientemente, Sasha se comió todos los dulces del plato, luego se cambió de ropa con su hermano y haciéndose pasar por Kostya, acusó a su hermano por sus propias fechorías. Por un lado, es muy divertido, pero todo esto es tan agotador, especialmente cuando comienzan a quejarse al unísono de que no los amo en absoluto si no puedo distinguirlos. Así que ahora he encargado etiquetas con imágenes para marcar a los niños con ellas, para no atormentarme con remordimientos de conciencia sobre a quién he castigado hoy.