Una noche, mientras la familia Johnson se reúne alrededor de la mesa, Lily,
de seis años, le anuncia con entusiasmo a su padre, Mark, que tiene un nuevo
novio. Mark, desconcertado, intercambia miradas con su esposa, Sarah, sin saber cómo reaccionar.
Divertido y un poco preocupado, Mark decide seguir el juego
y le pide a Lily que le cuente todo sobre su nuevo «novio».
Lily, con un brillo inocente en sus ojos, comienza a describir
a este amigo imaginario, compartiendo su nombre,
color favorito y los juegos que juegan juntos en el recreo.
Mientras Lily continúa con su imaginativa narración, Mark navega
por el delicado equilibrio entre aceptar la inocencia de su hija
y explicar con delicadeza que los novios suelen ser para personas mayores.
Sarah, tratando de ocultar su risa, le indica a Mark que maneje la situación con cuidado.
En medio de la divertida conversación, Mark aprovecha la oportunidad
para impartir algunas lecciones ligeras sobre la amistad, la bondad y
el valor de disfrutar la infancia sin las complejidades de las relaciones románticas.
La mesa se convierte en un espacio tanto para la risa como para momentos
de intimidad mientras Mark navega por esta inesperada conversación entre padre e hija.
A medida que avanza la velada, Mark y Sarah reflexionan sobre la naturaleza
fugaz de la infancia y la importancia de fomentar la comunicación abierta con su hija.
Lo que no saben es que el «novio» de Lily se convierte en un personaje
recurrente en las cenas familiares, trayendo risas y amor a su hogar.