Lucy Kelsall, de 37 años, de Gales, tendrá que criar a sus hijos sin
un padre, ya que su esposo David murió mucho antes de que nacieran.
Los gemelos nacieron 3 años después de la muerte de su padre.
Cuando al hombre le diagnosticaron cáncer, la pareja, que llevaba
tiempo intentando concebir de forma natural, decidió congelar
el semen antes de iniciar el tratamiento.
El tratamiento no ayudó, David iba de mal en peor.
Cuando quedó claro que el final estaba cerca, Lucy le prometió
a su esposo que le daría a luz un bebé, que no se
iría sin dejar rastro. Pronto el hombre murió.
Las posibilidades de embarazo eran bajas y, según las
predicciones de los médicos, no superaban el 23%. Además,
la cantidad de espermatozoides era limitada y no permitía
más de dos ciclos de ICSI. El primer intento terminó en un aborto espontáneo.
El segundo intento también fue arriesgado: los médicos
lograron obtener dos embriones viables, pero las pruebas
mostraron que, debido al ambiente desfavorable en el cuerpo de Lucy,
podrían morir. Pronto quedó claro que Lucy estaba embarazada de gemelos.
Y en mayo de este año nacieron dos niños sanos. Los hijos
recibieron los nombres de David y Samuel, como su padre soñó:
David en honor a su padre, y Samuel, porque significa «Dios ha oído».
Según la mujer, uno de los hijos heredó los ojos verdes
de su padre y el otro sus largas piernas y grandes pies.
Para la madre de David, de 85 años, que llora la pérdida
de su hijo, el nacimiento de los nietos se ha convertido
en el mayor regalo de la vida. Lucy tiene la intención de
«presentar» a su padre a los pequeños desde
una edad temprana para que su memoria siga viva.
Ya ha preparado varios álbumes familiares con fotografías y sus poemas.
Y cuando sus hijos crezcan, planea esparcir
las cenizas de David en el río con ellos.