Cuando la fotógrafa con la que vive Iván, quien ama mucho su trabajo, se enteró
que al mismo tiempo que su hijo Dylan había nacido un cachorro de bulldog francés,
decidió que estos dos niños estarían juntos.
El cachorro se llamó Farley y se mudó a la casa de Yvette.
Farley está seguro de que Dylan es su hermano.
Hacen todo juntos, y el bulldog intenta ni siquiera roncar durante su hora
tranquila juntos.
Uno solo tiene que mirar a esta pareja una vez.
Entender que esto es amor.
Los niños merecen verdaderos amigos que no sean capaces de traicionar, y los niños
y los animales son lo más hermoso del mundo.
E Yvette lo demuestra con sus obras.